Pasas seis horas de tu vida en un lugar donde has pasado los últimos cuatro años, la gente te conoce y por ello no tienes oportunidad de presentarte, pues sólo eres uno más de los tantos otros.
Al llegar a casa te espera el sofá en el que tantas tardes has calmado tu sueño, ignoras la necesidad de comer porque estas demasiado cansado para ello, tu tarde se ha perdido, la perdiste con aquella cabezada de tres horas. Piensas que mañana cambiará, no matarás el tiempo, pero ¿Qué hacer con el sino?. Lavas tu alma con una incesante ducha mientras piensas en tus sueños al notar el resbaladizo tacto del agua en el cuerpo. Caminas empapado por toda la casa dejando las huellas de tu pasado, aquellas que pisarás mañana. Posas tus ojos frente la pantalla de tu computador y las palabras parece que se hundieron en aquel baño, se perdieron por el desagüe. Levantas la mirada y descubres que el reloj se ha adueñado de tu tiempo, intentas dormir pero el pecho duele tanto que tu alma vacía ignora que mañana sonará ese despertador. Así pasa la vida de la forma más cruel.
Y el resto del tiempo no eres tú, eres solo el sueño de tu subconsciente.