No concibo la idea de ser tan pobre, de mirar a mi alrededor y ver que todas las notas tienen ya pentagrama del que colgarse mientras yo solo conozco la música que sale de mis auriculares.
No pienso más en ser feliz, haciendo feliz a alguien.
Tocar una melodía en estéreo que no entienda de acústica. Y reparar este escafoides que me rompí jugandome la boca con la desesperación de cargar con mis ruinas. Mis rutinas.
Alargar los momentos a su lado, los minutos de canción, los injustos, de esta corchea en clave de soledad.
No logro tu piel y eso me harta, de sed.
Voy a romper todas las redondas de este compás y seré el compositor más célebre de todos los sordos.
Seré idiota, descordinado, torpe, pero no buscaré ninguna nota, aceptaré llorando cualquiera que venga a sonar para mi. Cualquiera, que quepa en mi pentagrama, absurdo y desafinado.