Ella es el mejor de los delitos
que han llegado a mi vida.
Su mirada es esa chispa
que incendia mis temores,
su pelo como esa brisa
que recorre mis pulmones
y los limpia.
Su cuerpo es la delgada línea
que separa el bien y el mal,
la razón de la locura,
la calma y la soledad
de la felicidad más absoluta.
Su boca es el manantial
del que beben los dioses,
el universo por encontrar
y los versos más feroces.
Ella, tan divina, tan real,
un sueño eterno,
un alma pura, un incendio,
en la inflamable vanidad.
Ella es quien por sus sueños
escribe, implora, rima y canta,
enamora, seduce, deja cuerdos,
a los locos que con su voz rescata.
Es sabiduría, es arte, es devoción,
secuaz e impredecible inteligencia,
que con gestos, palabras y presencia
trae amor,
y con distancia, sentimientos e impaciencia
desata caos, tragedias y delirios.
Es pequeña y sin embargo,
es una estrella, tan fugaz,
enana blanca, tan mortal,
tan enorme, y sin letargo,
a todos deja impávidos.
Es el sueño de mis niñas,
la poesía de mis musas
y mi amor, secreto.
Quien protejo
y por quien muero.
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